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Gabriel Weber | Fellow de ENT

Recientemente, los bitcoins (junto con otras criptomonedas, de las cuales es la más conocida y ampliamente utilizada) han generado una gran atención. Fueron creados como una alternativa innovadora al actual sistema monetario centralizado durante la crisis financiera de 2007-2008. El precio del bitcoin ha sido muy volátil y, a pesar de varias burbujas y caídas, este evolucionó de su precio inicial de 0,001USD (2009) a 19.783 USD (máximo histórico el 17 de diciembre de 2017). El bitcoin ha sido criticado por varios motivos, incluidos sus problemas energéticos y su incidencia sobre la actividad delictiva, pero también ha recibido apoyos como alternativa a los sistemas contemporáneos de producción, circulación y uso del dinero. Primero este artículo explica el bitcoin y luego analiza la economía política y la ecología política de esta tecnología financiera.

¿Qué es el bitcoin?

El bitcoin es la primera moneda digital descentralizada, ya que el sistema funciona sin un banco central o administrador único dentro de una red de igual a igual (Brito y Castillo, 2013). La descentralización del dinero ofrecido por monedas virtuales como el bitcoin tiene sus raíces teóricas en la escuela austríaca de economía (Banco Central Europeo 2012, von Hayek 1976). El bitcoin fue creado por una persona desconocida de un grupo con el nombre de Satoshi Nakamoto y lanzado como software de código abierto en 2009 (The NewYorker 2014). El registro de transacciones público de bitcoin muestra que las direcciones conocidas de Nakamoto contienen aproximadamente un millón de bitcoins (valorados en 19 mil millones de USD en diciembre de 2017), lo que convierte a Nakamoto en la única persona desconocida para el público entre las 50 personas más ricas del mundo. El sistema de bitcoin recompensa a los mineros de bitcoin cuando se ganan el derecho de comprometer una transacción a un bloque. Para obtener estas recompensas, un minero compite con otros resolviendo un rompecabezas criptográfico conocido como proof-of-work (POW) más rápido que otros (Mishra, 2017). El sistema bitcoin ajusta la complejidad aproximadamente cada 2 semanas. Si los extractores resuelven el acertijo en menos de 10 minutos, el sistema incrementa su complejidad. La competencia entre mineros aumentó la complejidad en 10.000.000.000 de veces desde agosto de 2009 a agosto de 2017. Durante el mismo período, el poder y las transacciones computacionales totales de la red bitcoin crecieron exponencialmente (Mishra, 2017), mientras que la velocidad de computación no creció tan rápido como la complejidad del proceso de extracción (Taylor, 2017).

Economía política y ecología política

El bitcoin genera apoyos y disputas en todo el espectro político y más allá. Es apoyado por libertarios (por su existencia fuera del sistema bancario institucional y control gubernamental; Henwood 2014), la derecha (por su escepticismo de que el gobierno no asuma la total responsabilidad del sistema bancario regulado propenso a la crisis) y la izquierda (por su potencial para la gobernanza democrática/alternativa al sector estatal y bancario centralizado dirigido por la élite, Scott 2014, Corvid 2013). Payu Harris, un desarrollador del bitcoin y activista nativo de la tribu Oglala Sioux desarrolló MazaCoin, una criptomoneda para las tribus indígenas para facilitar la autodeterminación indígena, la autonomía política y la prosperidad económica (Alcantara y Dick 2017, Browning 2014). Por el contrario, Bauwens y Kostakis (2013) argumentan que, en lugar de ser un proyecto orientado a los comunes y a satisfacer las necesidades de la sociedad, bitcoin es una moneda que exhibe un capitalismo «distributivo». Esta nueva forma de capitalismo se adapta a la era de la red y utiliza las infraestructuras de igual a igual para lograr la acumulación de capital (Kostakis y Giotitsas 2014).

La sostenibilidad ambiental del bitcoin es una cuestión controvertida ya que el sistema se ha construido de forma similar a la extracción de un recurso natural: los costos y los esfuerzos aumentan a medida que el sistema alcanza el límite máximo de recursos (Giungato, 2017 et al.). En 2016, cuatro grupos chinos representaron más del 70 por ciento de las transacciones en la red bitcoin (Seybert y Katzenstein (2018), mientras que la mayoría de los 2/3 del mix energético chino proviene del carbón que se extrae en China y otros países, principalmente en Australia e Indonesia. Se ha comparado al bitcoin con la «acumulación primitiva» colonial (Drayton, 2017, Moore, 2015), que comienza con tomar “gratuitamente” la riqueza ambiental y externalizar los costos sociales (por ejemplo, despojo de grupos indígenas en paisajes mineros australianos) y el coste ambiental de la cadena de producción del carbón, incluido el cambio climático, la calidad del aire contaminado (por ejemplo, de las emisiones del carbón negro) y la lluvia ácida (causada por las emisiones de dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno).

El consumo de energía de bitcoin es muy controvertido. Vranken (2017, p.1) estima que «el consumo total de energía de la red bitcoin es del orden de 100 MW», mientras que el Bitcoin Energy Consumption Index (2018) estima 42,3 TWh/año, lo que equivale al consumo de energía de Perú. El consumo de energía proviene del uso directo de energía (funcionamiento de los centros de datos) e indirecto (producción de los ordenadores, construcción de edificios, calefacción/refrigeración e iluminación de los mismos).

Parece que la insostenibilidad ambiental y también diversas actividades criminales relacionadas con el bitcoin (por ejemplo, acusaciones de ser un esquema Ponzi, su uso en mercados negros, evasión de impuestos y lavado de dinero) han llevado a China a anunciar que tomará medidas contra la minería de bitcoin (Chen, Xiaojin, 2018; Hsu 2018) en enero de 2018. También Corea del Sur ha anunciado que está considerando prohibir el comercio de bitcoin y otras criptomonedas. El precio del bitcoin cayó un 40% en comparación con diciembre de 2017 y The Guardian (2018, p.1) tituló «La burbuja especulativa de bitcoin está a punto de explotar y tiene mucho recorrido para caer».

Bitcoin puede considerarse como una innovación tecnológica fascinante, que plantea preguntas importantes sobre los sistemas ecológicos y financieros globales contemporáneos. Sin embargo, especialmente debido a su gran consumo de energía, no proporciona una alternativa viable. El ejemplo de bitcoin muestra que el panorama digital es un campo cada vez más politizado con diferentes impactos sobre la sostenibilidad ambiental.

 

Bibliografía

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Bauwens, M., Kostakis, V. (2013). The Reconfiguration of Time and Place After the Emer- gence of Peer-to-Peer Infrastructures. In Hybrid City: Subtle rEvolutions Proceedings, 295–298. Athens: National Kapodistrian University of Athens.

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