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Ignasi Puig (ENT)

Enero 2016

 

No hay consenso entre los expertos sobre las causas, pero el hecho es que el precio del petróleo está cayendo hasta un nivel récord. Mientras algunos economistas sostienen que esto es bueno para la economía, yo ciertamente pienso que no lo es, especialmente si una economía sólida es entendida como aquella que tiene por objeto el bienestar sostenible de los ciudadanos en vez de maximizar a corto plazo algunos indicadores macroeconómicos mal concebidos, como el PIB [1, 2].

Aunque la bajada del precio del petróleo puede favorecer el crecimiento económico a corto plazo –da igual si esto tiene que ver o no con el bienestar–, también puede:

– Poner en peligro las políticas para minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero. La OCDE utiliza el valor de 30 € por tonelada de CO2 como un valor límite inferior para la estimación de costes climáticos [3], mientras que otras estimaciones son sensiblemente superiores. ¿Pueden estos costes neutralizar los pretendidos aspectos positivos del crecimiento económico? El Foro Económico Mundial declaró el cambio climático como la mayor amenaza para la economía mundial en 2016 [4].

– Crear un obstáculo a la viabilidad económica de las fuentes de energía renovables, la piedra angular de una transición hacia una economía baja en carbono; posponiendo así los esfuerzos en la transición hacia una economía baja en carbono, posiblemente aumentando sus costes futuros.

Por supuesto, los bajos precios del petróleo también arruinan los presupuestos públicos de países como Rusia o Venezuela [5], que ahora descubren de forma dramática la imprudencia de dedicar los ingresos provenientes de recursos no renovables a financiar el gasto corriente de sus instituciones públicas.

Algunos expertos también ven beneficios para el clima en los bajos precios del petróleo, derivados de la paralización de nuevas inversiones en la industria extractiva o haciendo antieconómica la producción de petróleos no convencionales más contaminantes [6]. Aunque esto demuestra la complejidad de esta cuestión, hay que pensar que –globalmente– precios más bajos conducen a un mayor consumo, con un efecto neto global negativo para el clima.

El momento actual ofrece una oportunidad para aumentar los impuestos sobre la energía y el carbono. Este hecho es necesario (90% de las emisiones de CO2 en la OCDE tienen un precio inferior a 30€/t, y el 70% tienen un precio inferior a 5€/t [3]) y sin embargo se vislumbra como una tarea difícil cuando los precios de la energía son altos. Este incremento ayudaría a estabilizar los precios de los combustibles y la energía, y proporcionaría unos ingresos que potencialmente podrían permitir la reducción de otros impuestos más distorsionantes (como los impuestos sobre el trabajo). ¿No tendría todo el sentido trasladar parte de la presión fiscal sobre el trabajo hacia los combustibles fósiles viendo los actuales problemas de desempleo en muchos países y la magnitud del problema del cambio climático?

La escala ideal para un aumento impositivo sobre los combustibles fósiles sería la supranacional. A escala mundial, una opción sería el llamado impuesto ‘Daly-Correa’ [7], un impuesto sobre las exportaciones de petróleo de la OPEP, cuyos ingresos podrían ser administrados por el Fondo de Desarrollo de la OPEP. A nivel de la UE, nos enfrentamos a un enorme problema de gobernanza: se requiere la unanimidad en las decisiones sobre impuestos… ¿Cómo puede ser considerada la UE un mercado único sin un único sistema impositivo? Así pues, tendremos que seguir confiando en la revisión largamente esperada de la Directiva sobre la fiscalidad de la Energía de 2003 [8].

En este contexto, los avances a nivel nacional siguen siendo la opción más prometedora a corto plazo, si bien la cuestión de los posibles impactos sobre la competitividad de las empresas debe recibir más atención en esta escala. Del mismo modo, es necesario adoptar diversas precauciones desde un punto de vista social, minimizando el riesgo de pobreza energética. Sin embargo, abordar las externalidades y las ineficiencias mediante un aumento de los impuestos a los combustibles fósiles no sólo es razonable desde un punto de vista ambiental, sino que también tiene todo el sentido desde un punto de vista puramente económico.

Referencias

[1] van den Bergh, J.C.J.M. The GDP paradox. Journal of Economic Psychology 30 (2009) 117–135.
http://web.pdx.edu/~kub/publicfiles/MeasuringWellBeing/van%20den%20Bergh_2009%20GDP%20Paradox.pdf
[2] Beyond GDP. Measuring progress, true wealth, and the well-being of nations.
http://ec.europa.eu/environment/beyond_gdp/index_en.html
[3] OECD. Effective Carbon Rates on Energy. OECD & Selected Partner Economies. 2015.
http://www.oecd.org/tax/tax-policy/effective-carbon-rates-on-energy.pdf
[4] Elliott, L. Climate change disaster is biggest threat to global economy in 2016, say experts. 14 January 2016.
http://www.theguardian.com/business/2016/jan/14/climate-change-disaster-is-biggest-threat-to-global-economy-in-2016-say-experts
[5] The Guardian. Recession, retrenchment, revolution? Impact of low crude prices on oil powers. 30 December 2015.
http://www.theguardian.com/business/2015/dec/30/oil-iran-saudi-arabia-russia-venezuela-nigeria-libya
[6] Evans, S. Oil below $30: what does it mean for action on climate change? Carbon Brief. 18 January 2016.
http://www.carbonbrief.org/oil-below-30-what-does-it-mean-for-action-on-climate-change
[7] Daly, H. The Daly-Correa Tax: Background and Explanation, Center for the Advancement of the Steady State Economy.
http://steadystate.org/the-daly-correa-tax-background-and-explanation
[8] European Commission, Excise Duties: Energy Tax Proposal.
http://ec.europa.eu/taxation_customs/taxation/excise_duties/energy_products/energy_tax_proposal/index_en.htm