Ignasi Puig Ventosa (ENT)
Junio 2015
No quisiera que esta reflexión pareciese frívola. Pienso que los altísimos niveles de desempleo son uno de los problemas más graves de nuestra sociedad. Sin embargo, no creo que el objetivo de aumentar el número de puestos de trabajo deba ser un objetivo en sí mismo, sino solo en la medida que nos haga avanzar hacia una sociedad mejor. Y es que hay puestos de trabajo que conllevan costes para la sociedad y, ciertamente, cuando los costes superan los beneficios no tiene sentido que la Administración los promueva.
Un ejemplo extremo debería permitir verlo claro. Ante el cierre o reducción de actividad de una empresa fabricante de minas anti-persona, no tendría sentido una acción proactiva de la administración para salvar puestos de trabajo. Estos conllevan un coste neto para la sociedad y bien está que se pierdan. La acción debería centrarse en la protección social de los nuevos parados y en su formación y apoyo a la recolocación.
Espero no hacer un excesivo salto mortal haciendo un paralelismo con aspectos más cotidianos, pero es que a menudo la concepción de políticas ambientales choca con el argumento de la afectación a los puestos de trabajo (y también a la competitividad). Son habituales argumentos en contra de normativas más exigentes o en contra de la aplicación de impuestos ambientales, basados en su posible afectación sobre la producción y en su incidencia sobre los puestos de trabajo. Si bien es cierto que las políticas ambientales no pueden ser arbitrarias y deben ponderar costes y beneficios, no lo es menos que las actividades productivas también generan costes sociales, y el argumento de conservar puestos de trabajo no puede suponer en absoluto carta blanca. Hay actividades económicas que son, de hecho, anti-económicas para el conjunto de la sociedad.
En una transición hacia una sociedad más sostenible es natural que haya sectores que entren en crisis, como el del carbón. Otras actividades no lo están, pero desde un punto de vista ambiental convendría que lo estuviesen, como las que se dedican a fabricar quads, motos acuáticas, jets privados o, mi preferido, estufas de butano para terrazas… Centrarse en salvar sectores sin futuro es un error; lo que hay que hacer es centrarse en minimizar las situaciones personales de crisis y en poner los recursos para facilitar la transición. Para ello hay que anticiparse a identificar los sectores perdedores y pensar a priori como pueden reestructurarse.
Esto es fácil de decir y difícil de hacer. La alternativa quizás es más fácil de hacer y ayuda a ganar elecciones, pero ciertamente no sirve para avanzar.