Jaume Freire | Fundació ENT
La eficiencia energética es aún incomprendida por parte de muchos responsables políticos a pesar de la gran cantidad de estudios científicos que intentan explicar cómo funciona a nivel micro y macroeconómico. A nivel político, el efecto de las medidas de eficiencia energética se calcula principalmente mediante el uso de cálculos de ingeniería. Empecemos con un ejemplo: supongamos que el gobierno inicia un plan de inversiones para mejorar el aislamiento térmico en los hogares. Esta medida mejorará la eficiencia en la provisión de calefacción y refrigeración (conocidos como servicios energéticos), haciendo que se necesite menos esfuerzo para proporcionar la misma cantidad de estos servicios energéticos. Los técnicos gubernamentales estiman aproximadamente la eficacia de esta medida en términos de consumo de energía nueva, estimando la cantidad de material de aislamiento que se compra con los fondos y cuál es el aislamiento real proporcionado por este material en un entorno controlado. Este cálculo sería bastante preciso en una sola vivienda intemporal sin vida inteligente residiendo en ella. Sin embargo, las ciencias sociales nos muestran que esto no es así.
Estudios teóricos y empíricos muestran que la instalación de material de aislamiento (o cualquier medida de eficiencia) desencadena cambios que hacen que la gente reaccione. Hay una conducta individual y social más allá de los modelos de ingeniería. En primer lugar, el servicio energético (calefacción o refrigeración) se hace más barato. Algunos hogares que estaban preocupadas por el precio de este servicio ya no lo están. Estos hogares solían apagar el sistema de calefacción o refrigeración por la noche o en otros momentos concretos, o quizás no aclimatado algunas salas de sus hogares. Puede que estos ahorren energía, pero no tanta como se esperaba. Además, incluso en el caso de que mantengan los patrones de comportamiento anteriores a la mejora de la eficiencia, ahorran dinero.Si vamos más allá en el análisis del comportamiento económico y social, veremos que hay un ingreso extra a las familias. Los hogares pueden gastar estos ingresos adicionales comprando bienes y servicios o bien pueden ahorrarlos. Ambas opciones generan un aumento del consumo de energía. Los bienes y servicios necesitan energía para ser producidos, distribuidos y consumidos; y los bancos (o el sistema financiero en general) convierten los ahorros en inversiones, préstamos, hipotecas u otros activos que también tienen bienes y servicios físicos asociados, los cuales requieren energía en toda su cadena de producción y consumo.
A pesar de que todos los economistas están de acuerdo en que hay un efecto rebote de la eficiencia energética (algo que la mayoría de los responsables políticos no reconocen), todavía hay bastante incertidumbre sobre la dimensión que puede tener en diferentes situaciones. Algunos dicen que está por encima del umbral crítico del 100% (todos los ahorros rebotan: sin ahorro de energía), mientras otros afirman que está por debajo.
Esta discusión es relevante en varias áreas, pero especialmente en el contexto del crecimiento económico, el desarrollo tecnológico y la sostenibilidad. Para algunos científicos sociales, la sostenibilidad en el uso de la energía y los recursos es compatible con el crecimiento económico, ya que, desde una perspectiva estrecha, determinados logros tecnológicos permiten utilizar menos recursos por unidad de riqueza. Las investigaciones sobre el efecto de rebote, y en general, sobre la paradoja de Jevons ponen en duda este postulado.
Esto no significa que no tengamos que fomentar políticas de eficiencia energética. Algunos estudios, por ejemplo, sugieren que el uso de instrumentos económicos como los impuestos energéticos podrían contrarrestar o, al menos, reducir el efecto rebote si se combinan de manera sabia en estrategia política más amplia. Pero, como en otros ámbitos que requieren un conocimiento específico, las decisiones políticas deben ser motivadas por argumentos científicos más que por intereses particulares o por inercias. La eficiencia energética es y ha sido uno de los ejes fundamentales de las políticas medioambientales en los países occidentales. Es la hora de repensarlas.