Sergio SASTRE SANZ | ENT Environment & Management
Desde que se introdujo el concepto de Economía Circular [1], los debates alrededor de esta cuestión han desembocado en un número creciente de publicaciones tanto en la literatura académica como en la literatura gris (informes, working papers, etc.)[2]. Estos debates van desde la propia definición del concepto [3] y su ámbito hasta la parte más práctica y aplicada, como son las buenas prácticas en sectores económicos y modelos de negocio concretos [4]. Además, el modelo de economía circular ha tenido aplicaciones políticas específicas en China [5], la Unión Europea [6] y otras regiones del mundo.
Entre los retos que la Economía Circular enfrenta, encontramos la cuestión de cómo medir los progresos en la circularidad de las economías en varias escalas. En este sentido, realizar el seguimiento de la circularidad a escala estatal y regional es de gran importancia para evaluar los resultados de las políticas en este ámbito. Esto implica medir el funcionamiento de las economías en términos de, entre otros aspectos, uso de recursos naturales, generación de residuos y reciclaje.
El seguimiento de los flujos biofísicos que atraviesan las economías (p.e. entradas de recursos naturales en forma de materias primas y productos manufacturados, acumulaciones de stock y generación de residuos) ha sido abordado de manera sistemática en las últimas décadas. Lo que ahora llamamos “circularidad” ha sido monitorizado hasta ahora en el marco de las políticas de eficiencia en el uso de los recursos [7]. De hecho, existen varias bases de datos globales online que cubren los flujos de materiales, energía agua y tierras de la mayoría de países del mundo [8]. Estas cuentas de flujos materiales son de gran interés para las políticas de economía circular ya que proveen la base para medir el grado de circularidad de las economías a escala macro. El modelo de Economía Circular por su parte, amplía las miras de los análisis de flujos de materiales, proponiendo preguntas como “¿Qué aspecto tiene una economía circular en términos biofísicos?”. Esta pregunta se tardaría tiempo en contestar y puede que no exista una respuesta sencilla. Sin embargo, se podría plantear una primera aproximación: echar un vistazo a los patrones metabólicos de nuestras sociedades e interrogarlas en términos de circularidad.
De acuerdo con los primeros trabajos sobre la cuestión, la economía planetaria no parece que siga un patrón circular [9]. Por el contrario, la linealidad es dominante con solo 4 Gt anuales recicladas de las 62 Gt/año que entran a la economía, generando 41 Gt/año de residuos.
Si nos centramos en la Unión Europea usando los datos de Eurostat [10], la situación es similar. El 71% de los inputs a la economía de la UE en los últimos 10 años son minerales no metálicos (46%, mayoritariamente materiales de construcción) y combustibles fósiles (25%). Por tanto, una primera cuestión que llama la atención es que, a escala macro, la circularidad tiene mucho que ver con la energía y el sector de la construcción.
En cuanto a los combustibles fósiles, un cambio de dirección hacia las energías renovables para sustituir el consumo de alrededor de 1.786 millones de toneladas de carbón, petróleo y gas podría reducir hasta un 25% unos inputs materiales a la UE que difícilmente podrían hacerse “circulares” de otra manera. En este sentido, la economía circular a escala macro es sinérgica con las políticas sobre cambio climático, sin perder de vista la necesaria reducción del consumo por habitante, ya que los actuales patrones de consumo en la UE pueden ser inviables incluso a partir de fuentes renovables [11].
En el caso de los materiales de construcción, la circularidad implicaría políticas desde varios ámbitos, desde la racionalización de las infraestructuras, la regulación del sector de la construcción y una política sobre residuos de la construcción y demolición mejorada. Un cambio del complejo Keynesiano de los países de la UE en periodos de crisis (invertir en infraestructura en tiempo de depresión económica) debe dar paso a una gestión enfocada en el stock ya construido para abordar la circularidad del 46% de los inputs materiales a la UE.
Aunque las políticas enfocadas en otros materiales son fundamentales, estos dos puntos son raramente abordados en las políticas de economía circular. Sin embargo, ignorarlos podría desembocar en resultados desalentadores a la hora de medir cuantitativamente el progreso hacia la circularidad desde el punto de vista de la contabilidad de flujos materiales.