Jaume Freire | Fundació ENT
La Covid-19 ha provocado una disrupción en los sistemas económicos y sociales a nivel global. Los científicos ya están discutiendo las causas de esta pandemia global. Tratándose de una enfermedad zoonótica, parece ser que el contacto con (o el consumo de) determinados animales salvajes por parte de humanos sea la causa más probable. Esta es una causa directa evidente. Sin embargo, no es nuevo que algunos grupos humanos estén en contacto o consuman este tipo de animales. ¿Alguien que come un animal en China es el motivo por el que estoy confinado en casa desde el mes de marzo? ¿O de que el sistema económico se tambalee? ¿Hay algo más? Algunos científicos defienden que unas ‘buenas condiciones ambientales’ o una ‘buena salud de los ecosistemas’ reducen el riesgo de este tipo de eventualidades. Estas ‘buenas condiciones’ son un concepto amplio y complejo, y las ‘malas condiciones’ actuales (sea lo que sea lo que signifique esto) provienen de muchas acciones individuales y colectivas realizadas a lo largo de muchas décadas. La pandemia se puede ver entonces, como ilustrativa de determinadas consecuencias ambientales indeseadas e inesperadas de acciones (la mayoría de ellas) aparentemente inofensivas.
No sólo eso, sino que podemos ir más allá, y observar como acciones o políticas con un objetivo específico pueden proporcionar un resultado contrario al esperado. Por ejemplo, hoy en día sabemos que, contraintuitivament, la eficiencia y la conservación de los recursos pueden no reducir su uso. Incluso pueden hacer que su uso aumente (!!). Este caso extremo se llama Paradoja de Jevons. Este efecto no suele ser observado por parte de los responsables políticos, ya que requiere una perspectiva diferente, utilizando enfoques provenientes de las ciencias sociales, ambientales, psicológicas y del comportamiento.
Centrándonos en las políticas medioambientales, cuántas de ellas no proporcionan unos resultados deseables? Promover una «economía verde», en lugar de volver a pensar en profundidad la forma en que consumimos, producimos y distribuimos los recursos, producirá un mejor entorno, con personas más felices y saludables a medio/largo plazo? Esta estrategia reducirá realmente el uso de los recursos y resolverá la emergencia climática? En caso afirmativo, se intentan articular estas nuevas estructuras socioeconómicas teniendo en cuenta la complejidad de la que hablaba? Las ciencias ambientales y sociales nos demuestran que todo está interconectado. Este modo de pensar, sin embargo, no acaba de penetrar en los círculos de toma de decisiones políticas, demasiado arraigados en antiguos paradigmas intelectuales e intereses a corto plazo.
Por ejemplo, descarbonizar el sistema de transporte, es decir, en términos de política pública actual, cambiar los motores de combustión por eléctricos- parece una buena política para combatir el cambio climático. Algunos estudios demuestran sin embargo, que las emisiones de CO2 pueden no reducirse tanto como se esperaría, teniendo en cuenta su ciclo de vida. Sin olvidarnos de la mayor presión sobre otros recursos naturales, necesarios para producir los nuevos motores; además de los cambios en determinados conflictos socio-ecológicos de modificar patrones de extracción, producción, distribución y consumo globales; más los cambios en los estilos de vida y la cultura, los cuales generan nuevas maneras de relacionarse con el medio, etc.
A pesar de los esfuerzos crecientes en la implementación de políticas sobre los recursos naturales y el medio ambiente, según el informe Circularity Gap 2020, en cinco décadas, la economía global ha pasado de utilizar 26,7 mil millones de toneladas/año de materiales 1970, a 100 mil millones de toneladas/año en 2019 (50,8 Gt son minerales, 10,1 Gt son menas, 15,1 Gt son combustibles fósiles y 24,6 Gt biomasa). Esto significa que han aumentado en un factor de 3,74. Según el International Resource Panel, la cantidad total de recursos empleados en 2050 será de entre 170 y 184 mil millones de toneladas. Esto sugiere que las políticas medioambientales relacionadas con los recursos no son suficientemente ambiciosas, no son del todo correctas, o ambas cosas.
No es posible comprender plenamente fenómenos complejos sin utilizar diferentes enfoques multidisciplinares (muchas disciplinas), que den un peso específico a enfoques interdisciplinarios (transversales) en los procesos de toma de decisiones políticas. Esto puede conducir a adoptar otro tipo de políticas, o al menos, a comprender mejor la realidad en la que se quiere incidir. Cada disciplina contiene una parte del rompecabezas, pero no la imagen completa. A veces no es necesario conocer la totalidad de la imagen, pero es imprescindible incluir el máximo de perspectivas posibles si se quiere que una política obtenga los resultados esperados.