Marc Iriani | ENT medio ambiente y gestión
«Alguien pide un café largo sin leche en un restaurante. Quién le atiende le contesta que le duele, que no tienen leche, que sólo tienen nata, por lo que sólo le puede ofrecer un café sin nata.»
Hace ya meses que comenzó la actual pandemia, que nos tuvo en casa durante aproximadamente dos meses. Esta situación ha dado lugar a uno de los experimentos a mayor escala nunca vistos.
En febrero, los enormes esfuerzos de China para contener el virus se veían, desde occidente, desmesurados e impropios de países desarrollados. Poco después, los estados de todo el mundo se veían obligados a adoptar medidas severas con el objetivo de minimizar los contagios. A pesar de las reticencias de algunos sectores políticos y económicos, la actividad económica se detuvo hasta el punto de reducirla hasta mínimos «esenciales», en teoría, para el mantenimiento de la vida. Estas medidas de contención y el encomiable trabajo de la sanidad pública han demostrado ser indispensables para evitar un desenlace de la pandemia aún peor al actual.
La anormalidad
Derivada de esta parada generalizada, vivimos un estado que nos habría parecido fantasioso si nos lo hubieran contado a principios de este mismo año. Ahora sabemos que los acontecimientos que hemos podido presenciar durante este tiempo han sido inequívocamente y absolutamente anormales.
En Barcelona y Madrid, los niveles de gases contaminantes locales asociados al tráfico, necesarios para el normal desarrollo de la sociedad, se redujeron trágicamente hasta un 75% y un 57% respectivamente.[1]
En las costas de Menorca se vieron especies exóticas invasoras como un ejemplar de tortuga Boba que pudo poner sus huevos en la playa con total impunidad.[2]
Esta anormalidad, sin embargo, terminó, afortunadamente.
Interludio
Alguien tuiteaba hace un tiempo «Atasco en las Avenidas. Poco a poco, la naturaleza recupera su espacio».[3] De la misma forma, también se veía por aquellas fechas como las primeras excavadoras salian de su madriguera.[4] «Recuerdo de Mallorca» rezaban hace ya muchos años las camisetas del GOB, acompañadas de un dibujo de una excavadora. Podrían ir sacando una nueva versión.
Por su parte, las vecinas que tienen la enorme suerte de vivir en el barrio antiguo de Palma aseguraban hace unas semanas haber vuelto a ver un «turista», una especie que se creía extinta en el archipiélago. La ilusión era tal, que los trabajadores del Centro de Recuperación de Fauna Salvaje «Hotel Isla Bonita ✭✭✭✩✩» abandonaron sus puestos de trabajo motu propio y salieron a la calle para aplaudir la llegada de los nuevos ejemplares.[5]
En la otra punta del mundo, las emisiones de CO2 de China ya se han recuperado de la bajada del 25% que habían sufrido durante la anormalidad y están por encima de lo que emitieron en 2019.[6]
Las transiciones son el momento en que se despliegan los discursos y ahora el concepto de moda con el que toca familiarizarse es la nueva normalidad.
La nueva normalidad ™
Y ya la tenemos aquí, ya hemos vuelto a la normalidad. Bueno, la nueva normalidad, que tiene en común con las antiguas normalidades el hecho de olvidarse de lo que nos haya llevado a la situación actual.
Tras la crisis de 2008 aprendimos que habíamos vivido «por encima de nuestras posibilidades». La extracción de combustibles fósiles finitos y las emisiones de gases de efecto invernadero han continuado creciendo desde entonces, pero ahora ya no nos hablan de las «posibilitadas del planeta». En Baleares hace unos años que se habla sobre desestacionalizar el turismo. Este debate, sin embargo, no es más que una forma de ocultar que no hay a la vista ninguna alternativa a vivir del turismo. De la misma forma, los medios hablan ahora del post COVID, y a escondidas nos quieren decir que el COVID aún está entre nosotros y que los problemas de fondo, también. Dice Zizek que la ideología nos ofrece café sin leche, pero que en realidad se trata de café sin nata.
El café sin leche
Si aceptamos el café sin nata, el petróleo se seguirá extrayendo y quemando como si viviéramos eternamente en Texas a principios del siglo pasado. En Mallorca olvidaremos los oscuros meses en que fuimos de verdad la Isla de la Calma y volveremos a ser VineiDorm, isla de vacaciones. El sistema económico, que antepone los privilegios de una minoría al bienestar de una gran mayoría no sólo no cambiará por una simple crisis más, sino que se pondrá en marcha de nuevo con más fuerza todavía.
En un universo paralelo, ya hace tiempo que cada vez más personas queremos café sin leche (o con leche de avena). Esta experiencia nos ha hecho reflexionar sobre nuestra forma de organizarnos como sociedad y sobre nuestro papel en el medio. Hemos tenido por el camino experiencias y aprendizajes que sin duda marcarán, de una forma u otra, la vida de varias generaciones. Como siempre, entonces, si queremos un mundo diferente, tendremos que cambiar entre todas las que hemos sufrido, crisis tras crisis, cada una de las antiguas nuevas normalidades.
[1] https://www.lavanguardia.com/vida/20200325/4889132648/contaminacion-baja-barcelona-madrid-por-coronavirus.html