Ignasi Puig Ventosa | ENT
Tengo una adolescente en casa. No es común tener la posibilidad de una conversación tranquila, siendo yo siempre menos interesante que Instagram o que incontables series de televisión… No recuerdo por qué, pero en una de esas raras conversaciones, estábamos hablando sobre «Bullshit Jobs”, cuya traducción literal sería “Trabajos de mierda».
El concepto de «Bullshit Jobs» fue acuñado por David Graeber en 2013, y me crucé con él poco después. Aunque el concepto se desarrolló más en 2018, [1] en una frase un «trabajo de mierda» es un trabajo sin sentido, un trabajo que no sería necesario si todo el mundo hiciera lo que se supone que debe hacer.
Policías, carceleros, controladores, interventores y burócratas de diferentes tipos, médicos que se ocupan de problemas relacionados con el tabaquismo u otros hábitos poco saludables, etc. La mayoría de ellos tienen “trabajos de mierda».
-Qué triste debe ser tener un «Bullshit job». -Dije.
A lo que ella soltó: -Papá, el tuyo también es un «Bullshit job».
¡Ostras! Nunca pensé que, en realidad, la mayoría de los trabajos en el sector ambiental también son «trabajos de mierda»: personas que monitorean las emisiones, o descontaminan suelos o aguas que nunca deberían haberse contaminado, o trabajan en ecoetiquetas o sistemas de auditoría ambiental, o las hordas de profesionales que luchan contra el cambio climático, el agujero en la capa de ozono o la lluvia ácida, etc. Si la gente hiciera lo que toca, ninguno de estos sería necesario…
Algunos de nosotros, en ENT, nos dedicamos principalmente a la gestión de residuos. Diseñamos estrategias -aparentemente poco exitosas- para evitar residuos que provienen de productos que probablemente sean innecesarios, tratamos con productos que de entrada no deberían estar en el mercado, diseñamos recogidas costosas y sobredimensionadas de fracción resto, diseñamos o prescribimos plantas de clasificación complejas que intentan separar materiales de residuos que nunca se deberían haber mezclado, diseñamos sistemas de responsabilidad ampliada del productor para trasladar responsabilidades que nunca debieran haber sido externalizadas, respaldamos acciones contra el “marine littering”, etc.
Nuevamente, nada de esto sería necesario si la gente hiciera lo que se supone que tiene que hacer: en este caso, evitase el consumo innecesario y la generación de desechos, dejase de mezclar los desechos y de tirarlos en cualquier sitio, y se hiciese cargo de los costes de su actividad.
Por qué esto no pasa es una pregunta crucial, pero fuera del alcance de este breve artículo.
Supongo que mientras tanta gente continúe teniendo estas actitudes, a nuestros absurdos «trabajos de mierda» aún les quedará algo de sentido.