Marien González Hidalgo | Fundació ENT
El 8 de marzo de 2018 será recordado como el día en que muchas ciudades, municipios y pueblos se llenaron de movilizaciones feministas. Cientos de miles de personas – principalmente mujeres- tomaron las calles de las principales ciudades del estado español. Además, las mujeres de todo el mundo fueron convocadas a huelga de trabajo, de cuidados, de consumo y estudiantil [1].
Aunque la huelga de consumo tiene implicaciones medioambientales positivas, diseminando la necesidad de reducir el impacto del consumo y generación de residuos en el medio, el apoyo a las movilizaciones feministas desde el ecologismo es mucho más amplio. Para dar visibilidad a las conexiones entre feminismo y ecologismo, dedicamos el último número (54) de la Revista Ecología Política co-editada por la Fundació ENT, a los “Ecofeminismos y Ecologías Políticas Feministas” [2].
Este marzo se cumplen dos años desde que mataron a Berta Cáceres, la líder indígena, feminista y activista ambiental asesinada el 2 de marzo de 2016 en Honduras, después de años de haber recibido amenazas contra su vida. Aun a la espera del juicio que haga justicia sobre su muerte (y sobre Gustavo Castro, al que hirieron), Berta fue presuntamente asesinada por estar vinculada junto con la organización COPINH, en la oposición al proyecto hidroeléctrico Agua Zarca. También en marzo, esta vez de 2018, mataron a Marielle Franco, concejal y activista de Rio que fue asesinada después de participar en un acto por los derechos de las mujeres negras en el barrio de Lapa, en el centro de Rio. Estos dos casos muestran una de las conexiones entre género, medio ambiente, movilización social y violencia: en muchos lugares del mundo, son las mujeres las que están al frente de las movilizaciones ambientales [3], aunque en la mayoría de los casos, sus luchas sean invisibilizadas, violentadas, ignoradas o menospreciadas [4]. Como ha denunciado el Fondo de Acción Urgente de América Latina, la persecución y el asesinato de las mujeres que luchan contra el capitalismo, el colonialismo, el extractivismo y en defensa de la tierra y el agua han aumentado significativamente en la región [5].
Los ecofeminismos y las ecologías políticas feministas analizan las formas en las que la subordinación de las mujeres (y otros grupos sociales no privilegiados, como las personas empobrecidas, racializadas, LGBTI, etc.) y la explotación de la naturaleza se entrelazan. Hay quienes afirman que la vinculación de las mujeres con el medio ambiente se da por una conexión “esencial” o sagrada de la mujer con la naturaleza y las tareas de cuidados. Aunque esta línea pretende revalorizar el valor de los cuidados, ha sido criticada por terminar reforzando muchos estereotipos que forman parte de la cultura patriarcal. Otras, en cambio, prefieren (y preferimos) entender que esta vinculación tiene más que ver con el hecho de que la casa, la crianza y las tareas de cuidado son asignadas socialmente, “por defecto” y a menudo sin posibilidad de elegir, a las mujeres. El sistema patriarcal asigna que las mujeres dediquen más tiempo [6] a las tareas de cuidado, y por tanto esto explica que ante las amenazas de perder la opción de cuidar, alimentar, etc., sean las que más se movilicen.
Además, las desigualdades de poder en relación al género también se dan en espacios ecologistas. Los casos de desigualdad salarial entre hombres y mujeres no se escapan de los trabajos en relación al medio ambiente. También se ha analizado y denunciado cómo en espacios ecologistas participativos, suelen ser las voces de los hombres las que son más escuchadas, o cuyos argumentos tienen más tiempo o más visibilidad [7]. Además, las ciudades también reportan más vulnerabilidad para las mujeres, ya que son uno de los colectivos que más experiencias de inseguridad y miedo reportan en diferentes espacios urbanos [8].
Estas son solo algunas de las relaciones entre ecología y feminismo que las miradas de la ecología política feminista nos ayudan a entender. En el contexto actual de crisis ecológica global, esperemos que tanto los análisis como sus implicaciones prácticas sean cada vez más incorporadas en investigación e implementación de políticas públicas.